Colombia se enfrenta a una difícil coyuntura con Estados Unidos, su principal socio comercial. A pocas semanas del vencimiento de la prórroga arancelaria impuesta por el gobierno de Trump, las relaciones diplomáticas atraviesan una fuerte tensión. El retiro temporal del encargado de negocios de EE. UU. en Bogotá y la convocatoria del embajador colombiano en Washington reflejan el deterioro del canal bilateral justo cuando se debaten nuevas tarifas del 10%.
Aunque sectores empresariales han buscado mantener el diálogo, fuentes gremiales señalan que Colombia no ha presentado una postura sólida para defender sus intereses, especialmente frente a países como Ecuador o Argentina, que ya están negociando condiciones más favorables. El temor ahora es que se mantenga el arancel general, afectando sectores sensibles como el agrícola o el de flores.
La situación se agrava por el reciente ingreso de Colombia al banco de desarrollo de los BRICS, algo que Washington podría interpretar como una señal política, pese a las aclaraciones del gobierno de Petro. A esto se suma el efecto acumulado de decisiones pasadas, como los amagos regulatorios sobre productos estadounidenses.
En medio del ruido, empresarios colombianos advierten que los aranceles podrían restar competitividad a productos clave. Aunque se buscan nuevos mercados, el vínculo con EE. UU. sigue siendo fundamental para el empleo y las exportaciones rurales.



