Más de 300 ciudadanos surcoreanos detenidos durante una redada migratoria en la planta de Hyundai en Georgia fueron liberados y embarcados en un avión fletado por su gobierno rumbo a Seúl, tras una semana de tensión diplomática entre ambos países.
Los trabajadores, arrestados el 4 de septiembre junto a 475 detenidos en total, incluían también 14 chinos, japoneses e indonesios, y fueron trasladados desde el centro de detención de Folkston hasta Atlanta en autobús.
El presidente surcoreano, Lee Jae-myung, defendió que estos técnicos estaban instalando maquinaria especializada de forma temporal —no como empleados permanentes— y criticó la rigidez del sistema de visas estadounidense, advirtiendo que esto podría desincentivar futuras inversiones surcoreanas en EE.UU.
La redada, ejecutada con esposas y cadenas (mostradas en videos de ICE), provocó indignación en Corea del Sur, donde se consideró un trato humillante a un aliado clave.
Donald Trump intervino para pausar temporalmente las deportaciones y evaluar si los trabajadores podían quedarse para completar proyectos, pero finalmente solo uno permaneció en EE.UU. por tener familiares residentes.
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